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martes, 3 de diciembre de 2024

 La cuerda del violín











Una cuerda de violín sobre una mesa, por más preparada que este es incapaz de producir ningún sonido, y mucho menos ser parte de una hermosa melodía.

 

Pero, esa misma cuerda en un violín atada, apretada y afinada puede producir en manos del buen músico la más hermosa melodía.

 

Así somos nosotros, unas cuerdas sueltas, solas, vacías, sin sonido ni propósito en la vida.

 

Cuando nos convertimos a Cristo, formamos parte de su cuerpo  siendo Cristo nuestra cabeza.

Allí somos sujetas a Él, Cristo nos afina, aprieta, nos sujeta a Él.

Solo así seremos capaces de reproducir el fruto perfecto.

 

Podremos reproducir esa música hermosa que atraería a otros a acercarse para disfrutar y deleitarse.

Como nos dice Oseas 11:4 (a)

Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor…

 

Pasamos de una simple cuerda sola e inservible, a una cuerda colocada en el lugar correcto y desempeñando en su mayor capacidad aquello para lo que fue creado.

En las manos del único indicado, nuestro Señor Jesucristo.