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lunes, 1 de noviembre de 2010





TENIA TODO...NO TENIA NADA


Por Yoli de Mallén


Ella era solo una joven de 25 años casada y ya con una hermosa niña de 3 añitos de edad. Vivía en un modesto  apartamento con su marido, el cual trabajaba arduamente para mantener a su familia.

En una ocasión leyó un artículo que no podía ser más llamativo:
“Las tres cosas que una persona necesita para ser feliz”:
1.       Alguien a quien amar
2.      Algo que hacer
3.      Algo que esperar
Ella, pensándolo bien, tenía las tres cosas y a plenitud…

1.    Tenía un esposo maravilloso a quien amar,
2.      tenía  una hija pequeña y ya estaba esperando otro bebé, por tanto comenzaba un proceso de crianza bastante arduo, por tanto tenía  mucho que hacer,
3.      y tenía una buena posición económica, por tanto tenía muchas cosas que podía esperar: regalos, viajes, proyectos, antojos etc.

Pero ¿saben qué?  NO era feliz.
Había un sentimiento de vacío en lo más profundo de su interior, que no encontraba nada que lo llenara. Si quería algo,  pensaba que  con eso, podría satisfacer  así su necesidad, luego que lo conseguía,  volvía a sentir el mismo vacio.
Lo que conocía de Dios había sido a través de sus padres, unos católicos solo de nombre (muy malos practicantes) y las monjas del Colegio que asistió, desde su niñez hasta el Bachillerato.

Cuando ya tenía  su primera hija y estaba con cuatro meses de embarazo del segundo bebé, su esposo se inquietó mucho en saber qué le enseñarían  a sus hijos y cómo lo guiarían espiritualmente por la vida. Así que comenzaron juntos  a buscar en la Iglesia en que ambos nacieron… y NADA consiguieron, seguía el vacio.
Pero el Señor en su gran misericordia con que amó al mundo, tenía todo un plan preparado para enseñarles la verdad de su Palabra, a esta pareja que lo buscaba de corazón.

Así que una noche en casa de un familiar y socio, que ya había conocido la verdad del Evangelio, se les predicó el Plan de Salvación y fueron respondidas todas sus preguntas e inquietudes por la Biblia.
También les hablaron por primera vez de la venida de Cristo por su Iglesia, los creyentes.  Ella nunca había oído esto: “QUE CRISTO VIENE” y que podía ser ahora mismo, pues ya todo estaba cumplido.

¡Qué angustia, desesperación y miedo sintió!
Pues estaba segura que ella se quedaba si esto sucedía, y ella no quería esto por nada, quedar fuera de la presencia de Dios en el infierno por una eternidad.  Por lo que…
¡Esa  misma noche oró al Señor, le pidió perdón por sus pecados, los cuales la habían alejado de Dios, reconoció la obra de Cristo en la cruz a su favor y le pidió salvara su alma, decidiendo seguirle y obedecerle!
A la mañana siguiente su esposo le dijo: ¿Sabes qué? Me convertí a Cristo antes de dormirme anoche. Y ella  llena de alegría le respondió: Y Yo también.

¡Qué regalo tan maravilloso les había preparado el Señor!
Ambos habían sido Salvos el mismo día.
De aquí en adelante TODO cambió.
Nacieron a una nueva vida. Empezaron a conocer a Su verdadero Dios como realmente es, a través de Su Palabra. Empezaron a tener respuesta y dirección a todas sus inquietudes:
  • para su matrimonio
  • para con sus hijos
  • con sus amigos
  • con su vida
  • con su prójimo
  • con su futuro
  • con su trabajo
  • con TODO
Encontraron llenar por completo el vacío que tenía su corazón que era del tamaño de Dios, por tanto, encontraron la verdadera felicidad.
Ahora sí tenían:
  1. A quién amar… a Dios
  2. Qué hacer…Obedecerle
  3. Qué esperar…todas Sus Promesas
En el libro de Romanos, capítulo 8, encontraron el significado del verdadero amor de Dios a través de Su Hijo Jesucristo, cuando dice en el verso 35-39:
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia  o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?  Como está escrito:
                Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
                Somos contados como ovejas de matadero.
Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto, ni lo  profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Ella comprendió que el verdadero significado de las palabras “siempre y nunca”, solo le pertenecían a Dios.
“Siempre”  estaría con El, pues ya tenía la Vida Eterna.
“Nunca” vendría a condenación, pues había pasado de muerte a vida.

Por tanto toda su vida, su alma, cuerpo y corazón, sin condiciones la dedicó al Único y Sabio Dios, a Su Rey y Señor, a Su Amo y Salvador, al Dios de lo Imposible, al Todopoderoso.

Todo esto es un testimonio de la vida real.
Todo esto me ocurrió a mí.




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