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viernes, 27 de mayo de 2022

 

A tus pies





 




A tus pies, arde mi corazón

A tus pies, te entrego lo que soy,

Es el lugar de mi seguridad

Donde nadie me puede señalar…

Así reza una canción hermosa, y nos señala que No hay lugar más alto ni más grande que estar a Sus pies.

Yo personalmente quisiera poder permanecer ahí todo el tiempo que me resta por vivir.

Entiendo que no hay mejor lugar.

En la Palabra de Dios hemos visto que no somos las únicas que desean y han logrado ese lugar tan especial:

Lucas 10:38-42

 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42 Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

Lucas 8:43-48

43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, 44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? 46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. 47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.

 

Lucas 7:37-39

37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. 39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

 

Estar a los pies de alguien como Cristo, es estar bajo Su completa Voluntad.

Rendidos, dependiendo de Él solamente, humillados, reconociendo Quién es el Amo, Señor y Rey de mi vida.

Sumisión total y absoluta.

Por debajo de la autoridad máxima, adoración, reconocimiento, honra.

Estar a los pies deja ver bien claro Quién es el dueño, el que dirige mi vida, el que manda y el que decide todo.

Deja ver bien claro que no soy nada valioso, ni importante, que no deseo ser vista, ni exaltada, sino que puedan ver a Aquel que sí lo merece, que puedan ver a nuestro Señor en mí.

Dice la Palabra de Dios que aquel que se humilla, será exaltado, creo que no hay otro lugar mejor para sentirnos humillados …que a los pies de Cristo.

Todo cristiano desea y sueña con poder ver cara a cara a nuestro Señor y Amo Jesucristo, pero mientras más lo pienso, más desea mi corazón empezar viendo los pies de mi Salvador.

Pies atravesados por los clavos, heridos y maltratados para darme la salvación a mí…que no la merezco.

Creo que me gustaría pasar mucho tiempo, a los pies de mi Cristo.

Así dice el estribillo de esa hermosa canción que cite al principio…y con esto acabo.

Y allí permaneceré, postrado a sus pies

Y allí permaneceré a los pies de Cristo.

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