A tus pies
A tus pies,
arde mi corazón
A tus pies,
te entrego lo que soy,
Es el lugar de mi seguridad
Donde nadie me puede señalar…
Así reza una canción hermosa, y nos señala que No
hay lugar más alto ni más grande que estar a Sus pies.
Yo personalmente
quisiera poder permanecer ahí todo el tiempo que me resta por vivir.
Entiendo que no hay
mejor lugar.
En la Palabra de Dios
hemos visto que no somos las únicas que desean y han logrado ese lugar tan
especial:
Lucas 10:38-42
Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una
mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba
María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y
acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?
Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo
Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42 Pero solo una cosa es necesaria; y María ha
escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Lucas 8:43-48
43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía
doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno
había podido ser curada, 44 se
le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el
flujo de su sangre. 45 Entonces
Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los
que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién
es el que me ha tocado? 46 Pero
Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de
mí. 47 Entonces, cuando la mujer
vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies,
le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al
instante había sido sanada. 48 Y
él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
Lucas 7:37-39
37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber
que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro
con perfume; 38 y
estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus
pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el
perfume. 39 Cuando vio esto el
fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería
quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
Estar a los pies de alguien como Cristo, es estar
bajo Su completa Voluntad.
Rendidos, dependiendo de Él solamente, humillados,
reconociendo Quién es el Amo, Señor y Rey de mi vida.
Sumisión total y absoluta.
Por debajo de la autoridad máxima, adoración,
reconocimiento, honra.
Estar a los pies deja ver bien claro Quién es el
dueño, el que dirige mi vida, el que manda y el que decide todo.
Deja ver bien claro que no soy nada valioso, ni
importante, que no deseo ser vista, ni exaltada, sino que puedan ver a Aquel
que sí lo merece, que puedan ver a nuestro Señor en mí.
Dice la Palabra de Dios que aquel que se humilla,
será exaltado, creo que no hay otro lugar mejor para sentirnos humillados …que
a los pies de Cristo.
Todo cristiano desea y sueña con poder ver cara a
cara a nuestro Señor y Amo Jesucristo, pero mientras más lo pienso, más desea
mi corazón empezar viendo los pies de mi Salvador.
Pies atravesados por los clavos, heridos y
maltratados para darme la salvación a mí…que no la merezco.
Creo que me gustaría pasar mucho tiempo, a los
pies de mi Cristo.
Así dice el estribillo de esa hermosa canción que
cite al principio…y con esto acabo.
Y allí permaneceré, postrado a sus pies
Y allí permaneceré a los pies de Cristo.
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