Un blog con contenido bíblico para cubrir las necesidades espirituales de la mujer de todos los tiempos.
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miércoles, 23 de enero de 2019



          ¿Adivina Quién Soy?

En un instante, en un momento específico…
Comencé a existir.
Todo a mi alrededor se colocó en el lugar preciso y ocurrió el milagro de la vida.
¿Quién lo permitió?
Solo nuestro Dios Grande, Todopoderoso, el Único del que se puede decir:
139:13 Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.
139:14 Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
139:15 No fue encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más profundo de la tierra.
139:16 Mi embrión vieron tus ojos,
Salmo 139

Así comencé, era muy pequeñito y casi imperceptible.
Pero comencé a crecer y a desarrollarme.
Estaba pegadito y dependía de un ser muy especial que me brindaba el oxígeno y el alimento que necesitaba para irme desarrollando de manera correcta.
Ese ser especial me protegía y acurrucaba muy en lo profundo de su ser; apenas se notaba mi presencia.
Solo ella y yo (y nuestro Creador) sabíamos nuestro secreto.

Empecé a formarme y a crecer: desarrollé mi corazón, estómago, intestinos, hígado, riñones, pulmones…
Empecé a formar y completar mi cara con mis ojitos, nariz, boca, pestañas, cejas; mis brazos con manos y deditos; y piernas con mis pies cada uno con sus cinco deditos.
Estoy ya muy bonito, pequeñito pero completo.

¡En qué lugar tan maravilloso estoy!
Acurrucadito y bien cuidado libre de golpes y accidentes, donde me muevo con tranquilidad como mejor me parece.
Flotando, nadando, aquí todo es paz, quietud, tranquilidad, seguridad, satisfacción, en fin… felicidad total.
Ya estoy obteniendo rasgos muy específicos: color de ojos, color de piel, uñas… ya tengo mi sexo completamente definido.
No tengo ninguna preocupación por nada, pues de todo estoy suplido en abundancia.
Sigo pegadito a ese ser tan especial que me ha permitido vivir.
¡Cuán agradecido estoy!
Desde que pueda le agradeceré de por vida, todo lo que ha hecho por mí.

Pero … ¿Qué está sucediendo ahora?
Algo sucede, ¿qué es? No puedo explicarme qué está pasando aquí en mi espacio.
Han introducido a mi lado algo que me está halando, me está succionando, es muy fuerte, me está desprendiendo partes de mi cuerpo de manera violenta, sangrienta y cruel.
No puedo esconderme ni alejarme aunque lo intente, no tengo otro lugar a dónde pueda estar para que no me encuentre; me sigue a donde quiera que esté, arrancando pedazos que ya estaban perfectamente formados y completos.
¿Qué está pasando conmigo?
¿Cómo están permitiendo esto?
¡Me han quitado la oportunidad de vivir!
¿Quién puede hacer algo así, tan cruel?
Me han descuartizado, destruido, mutilado…dejé de existir.

Ese ser especial que un día soñaba con llamarle MAMÁ,
Ahora otros la llamarán ASESINA.

Ese podría haber sido tu o yo.


viernes, 18 de enero de 2019

¿Qué quiero cosechar mañana?


¿Has pensado alguna vez en comparar tu vida a un terreno?
Un terreno que puede producir hermosos frutos o puede producir cardos y espinos.


La epístola a los Gálatas nos recuerda:

6:7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
6:8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

¿Estamos sembrando para la carne o para el Espíritu?
¿Cómo será nuestro resultado mañana: corrupción o vida eterna?

Nuestra vida es como ese terreno que para poder recoger buenos frutos como son: el buen testimonio, un buen ejemplo, un buen carácter etc. debemos primero trabajar y luchar arduamente.

Alguna vez hemos pensado…
¿Cuáles son los frutos que queremos recoger mañana? Y ¿Qué debemos hacer para lograrlo?
¿Cómo queremos ser recordada cuando ya no estemos presente?
¿Es nuestra vida un terreno fértil para la siembra?
¿O estoy amargada, y seca?

Así como El Sembrador requiere:

1º Seleccionar el fruto que desea, para sembrar la semilla correcta. Qué quiere cosechar.

Nosotras también tenemos que saber cuáles cosas deseamos sembrar, para poder cosechar mañana.
Pues aún sin hacer nada estamos sembrando y permitiendo que crezcan en nuestra vida,  cosas que tal vez no queremos.

Sembrar la semilla a su tiempo y en un buen terreno.

Nosotras debemos tener la buena disposición para hacer lo que sea necesario para lograr lo deseado. Ya sea pedir perdón, arrepentirnos, comenzar de nuevo.

Una siembra con aquellos ingredientes que le favorezcan:
     Ej. agua, sol, abono.

Nosotras requerimos de oración, confianza y sabiduría y una buena actitud para hacerlo bien.

Esperar el tiempo correcto y confiar en el Creador para cosechar.

Nosotras también debemos esperar con fe y paciencia el tiempo de Dios para recoger, para ver el logro obtenido.

Estar atento a plagas o calamidades que puedan maltratar su cosecha.

Nosotras debemos estar atentas al desánimo, tentaciones, pecados, atracciones del mundo, que nos quieran desviar de nuestra meta.

 A su tiempo, recoger con éxito el fruto, orgulloso de su trabajo y compartirlo con otros.

Nosotras, al final si no desmayamos y persistimos recogeremos igual nuestros frutos y seremos de bendición para nosotras mismas y para los demás.

Ahora bien… ya sabemos lo importante de la siembra,
la siguiente pregunta debe ser:
¿Qué queremos sembrar?

Nada mejor que la Biblia, la Palabra de Dios, para encontrar aquellas semillas o frutos que queremos sembrar para luego cosechar.

Sabiendo que la Biblia está llena de muchas hermosas semillas o frutos, que debemos apropiarnos para embellecer nuestra vida.

El fruto del Espíritu por ejemplo, en Gálatas 5:

5:22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 
5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 

Toda creyente tiene ese hermoso fruto que debe atender y cuidar.

Trabajar sola, sabemos es muchas veces tedioso y desalentador y casi imposible…

Es un buen momento de invitar al ÚNICO que puede y quiere ayudarnos a cumplir la meta propuesta, a Nuestro Salvador y Señor Jesucristo.

El Único que quiere y puede convertir nuestra vida en un terreno fértil para la cosecha.



Si ya lo has hecho solo clama a El por su ayuda y El está ahí como nuestro pronto auxilio.

Pero si no tienes a Cristo como tu Salvador personal, este es el mejor momento para clamarle, pedirle perdón por tus pecados y recibirle como tu Único y suficiente Salvador.

Solo con Cristo puedes lograr los mejores frutos en tu vida.

Dios te bendiga.