Cicatrices que brillan
Desde que escuché este relato, no he dejado de pensar y meditar en él.
No es algo mío ni mucho menos quiero que piensen
que yo lo inventé.
Estoy citando de otro la idea principal…
Pero ha sido algo impresionante y no puedo sacarlo
de mi mente.
Kintsugi
es una técnica tradicional japonesa que se utiliza para reparar cerámicas rotas
o cristalería, utilizando polvo de oro en su reparación.
El oro se usa solo para el acabado final.
Este evento en la vida del objeto en lugar de permitir
que su función y servicio terminen por el daño o rotura, le da un nuevo valor
haciéndolo más bello que el original.
Kintsugi
es un acabado bello que vuelve a dar valor al objeto reparado.
¡Qué hermoso trabajo de reconstrucción!
No solo lo devuelve a su vida útil y práctica,
sino que lo embellece aún más y le da más valor que el que antes tenía, le
añade un brillo especial.
No hay que leerlo en la Biblia para saber que
desde que nacemos estamos expuestos a pasar por diferentes heridas.
Algunas dejan marca y huellas imborrables en
nuestro cuerpo.
Otras heridas quedan sus huellas en el corazón
donde solo Dios puede verlas y sanarlas.
Tenemos versículos que nos apoyan.
Oseas 6:1
Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.
Deuteronomio 32:39
Ved ahora que yo, yo soy,
Y no hay dioses conmigo;
Yo hago morir, y yo hago vivir;
Yo hiero, y yo sano;
Y no hay quien pueda librar de mi mano.
Job 5:18
Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará;
Él hiere, y sus manos curan.
Todos concuerdan que solo nuestro Dios es capaz de
sanar todas nuestras heridas.
Pero todo lo que he mencionado ha sido para poder
decirles, que, creo nuestro Dios utiliza
la técnica Kintsugi con cada una de nuestras cicatrices.
No solo las sana, sino que le coloca al final un
poco de polvo de oro para que estas tengan ante los demás un brillo especial.
Cada herida que pasamos tiene una historia detrás
de ellas. Y tiene un brillo especial, que la distingue.
Cada herida es diferente a otra y deja diferente
huella, cada uno es único y particular, diferente. No hay otro con tus mismas
cicatrices.
Eres pieza única, exclusiva.
Cada cicatriz y su restauración nos hace criaturas
más valiosas para Su gloria.
Podemos brillar de manera especial ante el mundo
que nos observa.
¿Estamos pasando por una herida?
¿Tenemos cicatrices?
Dejemos que nuestro Dios sea nuestro sanador.
Y como hija de Dios, permitamos que nos restaure
con la técnica Kintsugi… colocándonos polvo de oro al final del trabajo de
restauración.
Luciremos mucho mejor y seremos más valiosas que
antes, de eso estoy segura.
¡Dejemos que nuestras cicatrices brillen!
No hay comentarios:
Publicar un comentario