El Nido
¡Todo comenzó con un pequeño regalo!
Nos regalaron una canasta de orquídeas silvestres.
La canasta estaba hermosa; por lo que inmediatamente la colgamos en nuestra terraza.
En su nuevo lugar, la canasta no solo embelleció y adornó, sino que rápidamente se adaptó y no manifestó rechazo a su nueva ubicación.
Todos la veíamos y la admirábamos, y dentro de “todos” hago especial énfasis en una futura madre pajarito que merodeaba el patio buscando donde hacer su nido.
La cigüita palmera hizo un estudio rápido y preciso y un día echándole agua a la canasta, la vimos volar…estaba adentro muy reposada trabajando en su futuro proyecto de ser madre.
Al confirmar su presencia le dimos continuidad y revisábamos muy cuidadosamente de lejitos el nido cuando la madre salía.
¡Qué maravillosa sorpresa, un día encontrar en el suelo unos cascaroncitos de huevo muy pequeñitos!
Pudimos ser testigos de dos hermosos pichoncitos diminutos que muy juntos y acurrucaditos estaban en el centro de la canasta.
Ya conscientes de tan maravillosos huéspedes, les
ofrecíamos alimentos y agua indirectamente a la madre para que terminara
felizmente su trabajo de alimentar y calentar a los pequeñitos.
¡Nos hemos sentido abuelos de mellizos!
Ver la mano de Dios sobre Su creación, nos deja
perplejos y asombrados una vez más.
Mateo 6:26 nos dice,
“Mirad las aves del cielo, que no
siembran ni siegan ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las
alimenta. ¿no valéis vosotros mucho más que ellas?
Y si el Señor es así con las aves…
¿Cómo se imaginan será con nosotros, que somos su
mejor creación?
Y sí… un día el nido estaba vacío, habían volado y
partido nuestros pequeñitos huéspedes.
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